Las fiestas en vegetariano

Durante el año que tuve la fortuna de pasar en Finlandia conocí muchas cosas nuevas. De repente, me encontraba en un lugar donde la gente pensaba de maneras radicalmente diferentes y aun así podían convivir fácilmente; Musulmanes, ateos, homosexuales, góticos, y vegetarianos, y yo, un latino de un país que nadie sabía donde quedaba. Realmente nadie discriminaba ni preguntaba fisgonamente el por qué de las elecciones de los demás. Así son las cosas en una cultura más abierta y educada. Así que de un día para otro decidí dejar de comer carne por unos meses, y luego de la nada decidí comer pescado, y luego carne nuevamente y nadie me cuestionó nada. Al regresar a Honduras, carnívoro nuevamente, tuve la fortuna de encontrarme con el libro Eating Animals, escrito por Jonathan Saffran Foer, una lectura que finalmente me daba un argumento sólido con el cual lavarme las manos cada vez que alguien me hacia la molesta pregunta de por qué había decidido volver a hacerme vegetariano. “Leí un libro” respondía, daba el nombre, y todo aquel interesado estaba bienvenido a darle una leída a un libro de fácil lectura (incluso ofrecía prestarlo) que claramente expone los peligros ambientales y morales que conlleva el comer carne; la brutalidad inhumana que se vive en las fábricas de pollos y los destasaderos de cerdos y ganado, el impacto ecológico de las liberaciones de metano del ganado, la cantidad sorprendente de comida que ocupan los animales de granja para ser productivos y hasta la susceptibilidad a megazoonosis como la H1N1 o el SARS producto del mal manejo de animales. Saffran Foer es comprensivo, no condena tanto el comer carne, sino comer carne que para llegar a su plato ha tenido que sufrir un incuestionable maltrato, un hecho que la mayoría conoce pero prefiere ignorar a la hora del almuerzo. De igual forma Saffran Foer considera normal el probar el vegetarianismo, dejarlo y volver a intentarlo. Él mismo lo hizo repetidas veces, hasta que finalmente decidió dejar de hacerlo una vez que tuvo su primer hijo y decidió inculcarle valores diferentes a los que le fueron dados a él.

El clímax del libro se centra alrededor de la mesa del Día de Acción de Gracias, una de las fechas más importantes en el calendario de festividades norteamericanas, donde se acostumbra convivir con la familia, dar gracias por todas las bendiciones del año y comer un pavo, supuesta comida que compartieron los peregrinos con los nativos en el primer día de acción de gracias. Resaltó este capítulo en particular por el hecho de que en mis tres años de vegetarianismo estricto de 2011-2013 me tocó pasar por lo mismo, solo que en las dicembrinas fiestas de Navidad y Año Nuevo. En ambas vísperas solía tocarme observar como los demás comensales se alimentaban de cerdo o res, mientras a mi se me servía doble porción de ensalada o puré. No cocino, así que tampoco puedo exigir que se me haga una comida especial para la ocasión. De igual manera que el autor, coincidimos en que lo más importante de dichas fiestas no es que esta en la mesa, sino quienes están sentados alrededor.

A principios del 2014 dejé de ser vegetariano estricto. De visita a República Dominicana con mi mamá, nos encontrábamos en un restaurante donde ella quería comer, y donde no había nada agradable para mí en el menú. Decidí irme por la opción más pasable, pescado, y desde entonces, según el libro de Living Vegetarian for Dummies, me convertí en un pescetariano, alguien que solo come pescado y vegetales, o más precisamente, un flexetariano, alguien que ocasionalmente come pescado o en mi caso, mariscos. Debido a la confusión a la que se puede prestar estos términos, la mayoría siguen conociéndome como vegetariano, y aunque no lo sea, los dejo que lo digan sin juzgar ni explicar. No me siento orgulloso, lo mejor sería no comer carne, lo mejor sería no comer huevos ni tomar leche de animales que viven en condiciones deplorables, pero es difícil, y aun más si como explique anteriormente, no es uno quien cocina. Así que decidí dejar de complicar las cosas para mis mamás, y esta cena de Navidad y Año Nuevo hubo pescado en mi plato. La soya, legumbres, huevos y leche siguen siendo mi principal fuente de proteínas, pero de vez en cuando no descartó comer algo del mar, especialmente en ocasiones sociales. En cuanto a pollo, res o cerdo, esos siguen estando fuera de mi menú. Realmente creo inconcebible volver a alimentarme de alguno de esos animales, y más probablemente regrese al vegetarianismo estricto antes de comer conscientemente de uno de estos productos. Por mi parte me siento tranquilo de reducir la mortalidad de animales atribuidos a mi cuenta (una cantidad que Saffran Foer estima en 21,000 animales en la vida de un americano promedio).

Mi cena de Año Nuevo.

Mi cena de Año Nuevo.

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